La Reina Negra

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Creo que me gustas medio desnuda, me gustas medio vestida, me gustas descalza, con el pelo suelto o usando una liga. Me gusta verte riendo, me gusta dormir contigo, sentirte cerca, saber que no me mientes tanto, me gustan tus bromas, tu cara de niña tierna, tus ojos grandes y tu nariz pequeña. Contigo podría irme a vivir lejos, lejos de todo esto, pero es soñar demaciado.
Lo ridículo es que no conozco ni siquiera tu nombre, no lo necesito, me basta con contemplar la línea negra que pintas bajo tus ojos cada mañana, tan solo me basta con besarte la espalda cuando te vas, porque sé que cuando llegue la noche volverás a ser mía y de nadie más aunque sea solo por hoy.
Conozco tus instintos, sé que en ti jamás podré confiar.
Sé que esperas ese momento, para vestirte de viuda y quitarme la existencia con un solo soplo, un soplo caliente que me llene hasta las entrañas y termine por consumirme.
No me molestaría morir así, consumido por el calor de tu aliento, y cuando ya en mi no queden fuerzas simplemente me vas a desarmar, cuidando guardar cada parte de mi ser, con delicados movimientos, en una maleta, que luego pondrás en tu colección, en aquel rincón de tu desván.

Lo que más importa es que cuando yo ya no esté, otro vendrá a ocupar mi lugar, la reina negra no puede permitir que su cama se enfríe, por eso mantiene las puertas de su habitación abiertas de par en par, como una invitación para los nuevos incautos, que como yo caerán rendidos a tus pies. Te amarán tanto o más que yo y quedarán prendidos de tu medio-desnudes.